Esas piedras tan grotescas, esas piedras que salpican su materia muerta. Es más, insisten y coquetean pensando en su fortaleza y no se han dado cuenta que son tan oscuras y opacas como sus mismos pensamientos.
No sabría identificar exactamente sus planes, pero con seguridad puedo decir que tratan de golpear como puedan. A veces duele, a veces no, todo depende de la distancia y tamaño.
Lo único que puedo rescatar es mi gran admiración por su conservación (físicamente) pero en mi literatura y vivencias su existencia está anulada.
Adiós piedras, adiós ladronzuelas.
Christy Petri (Quesada Segura)