Poemas

Tierra prometida


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Fueron 40 años divagando de un lado a otro. Mi rostro solo encontraba el pálido frío de la neblina y mis huesos eran visitados por el desierto tramposo. Uno, dos y hasta mil problemas saltaban como si fueran saltamontes. Se alojaban y partían, se alojaban y reposaban.

Promesas arribaban e ilusiones se creaban. Unas veces confiaba, otras casi abandonaba. Me desahogaba, esperaba, no veía la paz, pero a la vez sentía una total esperanza. Todo era extraño, con proezas de arriba, pero decepciones abajo. Al mismo tiempo disfrutaba el gran calor de tan grande desierto.

Sueños recibía, palabras hallaba, escuchaba su aliento y sabiduría me era revelada. Tiempo a solas y también acompañada. Me vi confrontada y también consolada. Sentí su apoyo con pruebas multiplicadas y aún en el cansancio mi lucha no se desgastaba.

Guardé con pacto eterno mi amor completo para Él. Me entregué para respirar siempre su vida y caminar con su libro en mi mente, cuerpo y alma. Dejé que su espíritu noble me levantara y decidí cumplir mi misión como una valiente sierva.

Es extenso el camino del desierto al oasis, pero es plenamente cierta su llegada permanente. Hoy su pacto y compasión se vuelven a presentar, con una gran sorpresa rodeada de manantiales, arroyos, árboles, brisa, criaturas, flores y demás. Los campos se abren hacia nuestra descendencia y poderosamente vislumbra la tierra prometida: tierra de leche y miel.

Christy Petri (Quesada Segura)

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