Nos han acostumbrado a pensar siempre positivamente, lo cual es magnífico e incluso importante. Aún así, es inevitable la aparición de microbios, tormentas o pruebas en nuestras vidas (o como gusten llamarlo).
En esa etapa que atravesamos todos, no nos han enseñado cómo sacar provecho de las dificultades para encender el foco en la oscuridad. Con esto hay dos aliados nuevos que pueden realmente convivir y enseñarnos, se trata de la incertidumbre y confusión.
Somos seres humanos y no nos han entrenado para que gustemos de la «confusión» o de esos momentos donde sentimos una gran «incertidumbre». De hecho, han desaparecido las personas pensantes y con preguntas difíciles.
Con este mundo tan acelerado, no hay tiempo para uno mismo, ni para el pensamiento. No hay tiempo para escuchar o digerir una posición distinta. Nos apresuramos, pasando de una opinión a otra y… nos convertimos en personas más seguras, pero menos informadas y reflexivas.
Si queremos hacer algo distinto e inteligente, encontrando soluciones o enfoques que puedan atender problemas desapercibidos, entonces debemos desacelerar el paso. Los días van volando, ya no es como antes. Hemos sido cegados ante situaciones complejas que sí están sucediendo, y para observar esa complejidad, necesitamos abrirnos a diversas experiencias y percepciones. Si no lo hacemos, estaremos navegando en el espacio del «no saber» ni «querer».
Cuando tenemos seguridad es muy difícil renunciar a ella. Nuestra identidad está marcada y definida por posiciones, creencias, etc. Nos refugiamos en esa certeza y luego interpretamos lo que pasa, sintiendo estabilidad. Lo malo es que el mundo cambia y no podemos depender de «una zona irremovible». Tenemos que adaptar y pasar de la certeza a la curiosidad. No se trata de renunciar a valores o creencias, se trata de ser curiosos ante convicciones de otros.
Desde nuestra propia perspectiva estrecha es difícil hacer algo. Escuchar brinda oportunidades para desarrollar relaciones más cercanas, incluso con quienes pensaríamos no llegar a entender. Si negamos la confusión, no podemos ser creativos. De hecho, los cambios siempre llegan cuando primero pasamos por la confusión. La novedad vive en el desierto. Si atravesamos el miedo, redescubriremos que somos realmente CREATIVOS.
