ADN Energético

La cafetería muerta


Permanecí sentada horas y horas dentro de una enorme cafetería. Estaba completamente aburrida, aunque doy gracias a las letras quienes me acompañaron en ese lugar.

El café se deslizaba entre mis hombros. Su olor calmaba todo mi estrés y me dirigía a pensar en cada persona. Aproveché entonces para observar cautelosamente a la gente.

Mis ojos caminaban por momentos y luego corrían por instantes. Éstos analizaban los comportamientos de cada individuo. Aunque no podían brincar dentro de las mentes de ellos, al menos tenían tareas por ejecutar.

Mi único anhelo era comprender sus sentimientos independientes y comprender qué producía el hecho de estar en una cafetería. Tal vez mi curiosidad de conocer las mentes ajenas quería responder a mis preguntas y sentimientos de estar allí sentada.

El olor seguía allí, solamente me dejaba cautivar por el café, pero faltaba algo. Anhelaba tantísimo crear allí un hogar, para mí y para ellos. Diseñar un refugio donde cada visita tuviera la potestad de imaginar un mundo familiar. Recobrar experiencias para crecer y mejorar. Charlar con la más suave libertad que provocara envidia a todas las aves.

La frialdad me confrontaba en un espacio de soledad. La palabra «acogedor» que tanto admiraba parece haber corrido y desaparecido, o tal vez se escondía de mí, de ellos. El refugio que para muchos representa una cafetería estaba vacío, sin una fuente de vida.

Me preguntaba si era la superficialidad la bacteria que carcomía ese bello lugar físico…o se trataba de otro asunto… Lo cierto es que me quedé esperando una señal, una mirada, una palabra, algo… Caminaba y corría el tiempo, pero yo misma me vi en la obligación y necesidad de dar vida a esa muerta y vacía cafetería.

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Dibujo: Freepik
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