ADN Energético

El teatro cósmico


Era una casa azul, algo vieja, algo deshabitada y, a la vez, atiborrada de gente, animales, mariposas y duendes. Había una historia encerrada en aquel lugar, décadas olvidadas en la memoria de sus fantasmas, secretos mal guardados abundaban entre sus paredes agrietadas.

Las actuaciones comenzaban a las 8:07 pm, sin anuncios previos. Acuerdos tácitos entre el lugar y sus adeptos regían las noches de función, donde, uno a uno, entregaba un papel arrugado con demasiadas marcas de huecos, siempre con espacio para uno más.

Las butacas, de madera y estrechas, esperaban en silencio a sus ocupantes: mujeres, ancianos, jóvenes adolescentes y niños pequeños, todos con un aire de inocencia, expectantes, atentos a la función de la noche.

El que manejaba las luces, un hombre grande y rechoncho, era también el que vendía palomitas y agujereaba los tiquetes en la entrada. En la casetilla: dos perros sabuesos, de mirada dulce y cola juguetona, daban la bienvenida.

El teatro cósmico se llenaba de personajes y magia, payasos y flores, titiriteros y sus muñecos, domadores y domados. Nada era de aquí, todo pertenecía a ese lugar infinito por el que, la muchedumbre cansada, en busca de consuelo, acudía cada noche para ver, escuchar, leer y deleitarse con el elenco del teatro, cuyo protagonista era, desde tiempos sin memoria, la PALABRA, aquella que se transmitía de generación en generación, en textos o en susurros, con miradas, con el lenguaje del corazón… Por siempre: la PALABRA.

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Autora: Nathalie Prado
Dibujo: Freepik
Noticias Mi Ciudad

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