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La compasión desde la fisiología

Fotografía: Vecteezy

Ciertas emociones por mucho tiempo han sido etiquetadas como «irracionales». Para algunos la COMPASIÓN no existe, ni entienden la pasión de querer el bienestar de alguien, hasta la han tratado con desprecio.

Estudios han demostrado que no se trata de irracionalidad, sino de una respuesta interna, vínculos formados en el cerebro. Esto indica que la conexión posee un único deseo: responder al sufrimiento de otros.

Pero la COMPASIÓN no encuentra un refugio exclusivo en el cerebro, también tiene una conexión con otras partes de nuestro cuerpo, con el sistema nervioso autónomo (SNA), más preciso, con los sistemas cardiovasculares y respiratorios.

Nuestra sangre y respiración adoptan ciertas reacciones y acciones al experimentar algún tipo de emoción, por ejemplo, una amenaza, miedo o alegría traerán cambios fisiológicos reales.

Así es como la COMPASIÓN libera una hormona llamada oxitocina, causando una reacción química que nos hace más compasivos. Un simple abrazo, caricia, beso, mirada de alguien especial ya es suficiente para liberarla… es decir… cualquier estimulación de los sentidos.

La liberación de esta hormona también brinda efectos anti-estrés como: disminución de la tensión arterial, ritmo cardiaco o miedo, incremento de la confianza, generosidad, empatía… Mayor bienestar y relajación.

Finalmente no se trata de disparates o tonteras. No es irracional. Se trata de una humanidad sincera manifestada desde lo incorpóreo… desde la divinidad. Gracias a la oxitocina podemos disfrutar de una estabilidad emocional individual y colectiva.

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Fotografía: Vecteezy

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