ADN Energético

Estocolmo, Suecia. La historia de la niña


Estábamos un poco cansados y con las «pilas bajas»… No nos habíamos percatado de que debíamos llegar a otro aeropuerto en Suecia… Nos fuimos entonces en un bus que duraba dos horas desde Estocolmo…

En el bus iba una madre musulmana con sus hijos: una bella niña y un curioso niño. El niño era tremendo y travieso. Todo el viaje pasó estresando a su mamá.

Cuando finalmente llegamos al aeropuerto para nuestro próximo vuelo, la familia se bajó y se fue gritando, estresada. Luego los vimos un par de veces más con unas divertidas escenas hasta que los perdimos de vista.

De sorpresa los encontramos en la fila para tomar el vuelo a Londrés. Allí seguían los pleitos con el niño mientras todos esperábamos el avión (que estaba atrasado).

La mamá estaba desesperada, y todos alrededor, gozábamos del show que era muy claro por las expresiones que hacían. Nosotros estábamos riendo por dentro, pero no en forma de burla, sino de algo como lindo.

Queríamos solamente enviar un poco de luz a la madre. Llegamos a sentir algo que no se puede contar pero que estaba allí muy intenso.

Pasados algunos minutos, la niña nos empezó a sonreír y poco a poco se empezó a acercar. Continuó sonriendo y nos habló en inglés:

— ¡Hola! ¿Cuál es tu nombre?

Le respondimos y le preguntamos por el de ella. Muy tierna respondió:

— ¡Anne-Marie!

A partir de ese momento nos comenzó a enseñar palabras en sueco y todos nosotros en español.

Estábamos muy felices porque la mamá ya estaba sonriendo, incluso hablando y compartiendo. Los niños solo necesitaban jugar.

La niña al rato empezó a ver nuestra diadema y nuestro collar. Estaba maravillada.

— ¡Oh! Tiene una hoja en la diadema. Yo tengo una mariposa. ¡Me gusta! ¡Oh! La estrella de David. ¡Qué precioso collar! (Al terminar sus palabras volvió a ver a su mamá con una gran sonrisa).

Pasamos un gran rato compartiendo mientras llegaba el avión. No nos quitaba la mirada de encima y poco a poco se nos fue acercando hasta abrazarnos. Allí, rodeando nuestro cuerpo, no dejó de repetir: LOS QUIERO MUCHO. LOS QUIERO MUCHO… Casi nos da algo al escuchar eso…

Pronto llegó el avión, todos comenzamos a subir (ella por la parte de adelante y nosotros por la parte de atrás). A lo lejos nos dijimos adiós con la mano. Nos sentamos en el avión y se nos salieron las lágrimas.

— La vamos a extrañar.

No pudimos dejar de pensar en ella durante el vuelo… y hasta la fecha… NO PODEMOS OLVIDARLA.

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Dibujo: Freepik
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